Ocho sencillos pasos hacia la revolución

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Haz un conjuro. Las gentes de Europa ya están bajo hechizo: el de la propiedad privada, el de la legitimidad del gobierno, el de la desesperanza. Ninguno de ellos es inherentemente real; derivan su tangibilidad de nuestras creencias y actividades colectivas. De verdad tienes que estar hipnotizado para creer que la propiedad es más sagrada que las necesidades humanas, o que las decisiones del gobierno son más legítimas que tu propio juicio.

Para romper este conjuro, lanza otro. Cuando algunas personas se sumergen completamente en otra visión de la realidad abren espacios para que otros también lo hagan. No tiene por qué ser realista en sus comienzos, sólo debe extenderse hasta que cree las condiciones para su propia materialización. El llamamiento original para ocupar las plazas el 15M fue uno de esos conjuros. ¿Qué nos podría llevar más allá?. Encontrémonos los unos a los otros

Pese a Twitter y Facebook estamos más aislados que nunca. Hay una diferencia crucial entre circular información y establecer conexiones que permitan a la gente actuar al unísono. En una era en la que las redes sociales están mapeadas y contenidas efectivamente, es subversivo realizar estas conexiones más allá de tu entorno social habitual; algunos de tus amigos pueden no ser muy luchadores, al fin y al cabo, mientras que otros con objetivos complementarios a los tuyos pueden ser muy diferentes a ti. No puedes esperar a que otros abandonen sus círculos habituales si tu no estás preparado para hacerlo.

Juntos podemos conseguir cualquier cosa. Preparar una revolución no es cuestión de una minoría radical acumulando habilidades y medios para cambiar el mundo; cuando nos encontramos los suficientes, tenemos acceso a todos los recursos y medios de toda nuestra sociedad. Ni es nuestro trabajo ni podríamos orquestar cada pormenor de la lucha, sólo debemos crear las canalizaciones por las que las prácticas e inercia subversiva puedan fluir. Los preparativos pueden eternizarse, mientras el mundo cambia a nuestro alrededor; lo que cuenta es la circulación.

El secreto está en empezar de verdad. Hasta que pasa algo nuevo, algo que interrumpe el status quo, no hay motivo para que nadie se fije. No basta con intentar iniciar un diálogo en el vacío; para que la gente se lo tome en serio debe haber algo sobre lo que hablar. No te quedes en corear que otro mundo es posible; hazlo manifiesto para que así todos los que puedan creer en ello lo hagan. No te quedes hablando de abolir el capitalismo; escoge un punto de presión, tantéalo y mira quien se une.

Construye la voluntad. Hoy en día la mayoría de nosotros desconoce su fuerza. No estamos acostumbrados a confiar sólo en nuestras propias capacidades; siempre asumimos que podemos ser derrotados. El poder de los que mandan se basa, en gran parte, en este derrotismo. Pero un poco de coraje puede ser infeccioso, y cuando la gente se acostumbra a ejercer el poder unidos, no lo dejan fácilmente.

El primer compromiso es el último. Una y otra vez nuestros movimientos y ocupaciones con minados, compromiso a compromiso. Cada vez que cedemos en algo sentamos un precedente que se repetirá una y otra vez, fortaleciendo a aquellos que prefieren que nos mantengamos pasivos. Si la policía no actúa contra nosotros cuando nos levantamos no es porque nos apoyen o porque nos mantengamos dentro de la legalidad; es porque hemos movilizado el suficiente poder social como para contenerlos. La timidez, aplacamiento y obediencia sólo restan en este balance.

Dirígete al 99% y no al 1%. Las demandas hacia los que ostentan el poder desvían el foco de lo que podemos hacer por nuestra cuenta; la acción conjunta, por otra parte, nos refuerza y crea un espacio en el que podemos tejer nuestras diferencias en fuerza colectiva. En el lenguaje del Movimiento Ocupa, ¿por qué dirigir las demandas al 1% que corona la pirámide capitalista, que nunca compartirá nuestras prioridades? ¿Por qué no dirigir propuestas al resto, el 99%, cuyo poder combinado puede disolver la autoridad de este 1%?

Hemos sido entrenados por miles de clases, periódicos y entrevistas de trabajo a presentarlo todo en el lenguaje y la lógica de nuestros superiores. Debemos finalmente aprender a hablarnos en nuestros lenguajes, a hacer propuestas que sean relevantes a nuestras necesidades más que “realistas” en el esquema de nuestros gobernantes. Esto significa abandonar cualquier concepto de legitimidad que hayamos heredado del orden prevalente; no sólo la autoridad de políticos y jueces, sino también del prestigio académico, el “sentido común” de las clases medias y las credenciales como activistas; en favor de sistemas de valoración que legitimicen nuestras voces y resistencias en nuestros propios términos.

Apunta más allá del objetivo. Frecuentemente, para conseguir objetivos pequeños y concretos hay que apuntar mucho más alto. Y al revés, hay veces que conseguimos fácilmente lo que queríamos, pero no tenemos ni idea de que hacer con las oportunidades que nos abre esta victoria. Cada vez que actuemos, hagámoslo de forma que apunte hacia el mundo que deseamos y nos equipe para seguir en el camino para conseguirlo. Lo más importante no es si conseguimos nuestros objetivos inmediatos sino como cada liza nos sitúa para la siguiente ronda.


Piensa en grande y puede que tus sueños se cumplan